Operación Triunfo fue un programa que dió la oportunidad a muchos cantantes de darse a conocer, la gran mayoría lo utilizan como trampolín y tienen su momento de gloria, lo complicado una vez pasado ese huracán mediático es mantenerse y seguir creciendo. Jon Allende, es un ejemplo de esto último, fue finalista y a día de hoy es uno de los ganadores de todas las ediciones de OT.

Fue allá por 2010 cuando tuvimos la oportunidad de trabajar juntos. Lo primero que me llamó la atención al conocerlo fue su sencillez, naturalidad e incluso una timidez fuera de los escenarios que tienen en común muchos artistas.

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Aún no había cumplido los 25 años, y ya mostraba tablas y experiencia impropios para su edad. Jon que destilaba madurez, inteligencia y sensatez, que combinaba a la maravilla con la ilusión, cosa que sigue haciendo a día de hoy. Ya con 18 años tuvo su primer contrato como cantante en una Sala, algo no muy habitual.

La actuación de aquella noche nos hizo compartir kilómetros que dieron lugar a buenas conversaciones. Casualidades de la vida, pusieron a Barakaldo como punto de unión entre ambos por lazos familiares, a partir de ahí todo fluyó aún más.

Recuerdo que al día siguiente su transporte de vuelta salía por la tarde, la gran mayoría de artistas le gusta desconectar de la agencia e incluso del lugar donde han estado al día siguiente. Con Jon la cosa fue distinta, se mostró tan buena persona y cercana que dió tristeza imaginar que comía solo en el restaurante del hotel.

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Esa mañana al despertar le ofrecí venir a casa a comer con la familia, con la posibilidad de que rechazase en mi mente. Aceptó de primeras mostrándose agradecido. Es verdad eso de que en la mesa se conoce más aún a las personas. Su educación y amabilidad eran excelentes, la de un buen chico, ese con el que sueña cualquier suegra. Cariñoso y ese brillo en los ojos que solo tienen los niños, se reflejaba en todas sus conversaciones.

A partir de ese momento, ya no vería más a Jon Allende «artista», su personalidad me harían verlo como ese ser especial que es fuera del escenario. Hemos seguido en contacto, y da alegría verle seguir creciendo y que mantiene los pies en el suelo. Ni el «Nino Bravo, El Musical» ni «Que Tiempo Tan Feliz» han cambiado a Jon.

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Cambió el norte por el sur gaditano, se casó y tuvo una hija que adora y le encandila con la mirada, mientras acaricia la felicidad de haber formado una familia. Un guerrero de la vida que ha sufrido con la pérdida de su padre hace un par de meses, y que le ha forzado a cambiar ciertos enfoques.

Compositor del himno del centenario del Barakaldo CF que se presentará el mes próximo, creado en su propio estudio sumará un nuevo éxito y experiencia a su curriculum, este además quedará para la posteridad en los corazones de sus paisanos.

La magia acompañará siempre a Jon, y tarde o temprano dará un salto aún más grande, pues es lo que siempre ocurren con los que son buscadores persistentes de sueños.

¡Felicidades anticipadas Jon!

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