Decir República Dominicana es casi lo mismo que decir Merengue, aunque la raíz del mismo no está clara que fuese en este país caribeño. Hay voces que colocan su origen en Puerto Rico, donde era popular un baile cubano llamado Upa Habanera, donde un fragmento de este baile era el merengue.
Hay quienes sitúan su origen en África, donde llegó a través del meringha e incluso quienes dicen que su verdadero origen está en Haití, país fronterizo con la República Dominicana, lo cual crea además una incomodidad patriótica. Lo que si es cierto, que el desarrollo y evolución del Merengue se produjo y se sigue produciendo en la República Dominicana.
El Merengue se hizo popular entre la clase campesina y humilde, y cuyas letras transmitían reivindicaciones sociales y protestas satíricas contra el poder. Tan popular se hizo que las clases altas lo rechazaban totalmente, e incluso cuando el dictador Trujillo quiso incorporarlo en fiestas de las grandes élites del poder del país, fue rechazado por estas. Él era de procedencia humilde y le encantaba este estilo musical, e hizo todo cuanto «como buen dictador» para que el Merengue se convirtiese en la melodía nacional, y finalmente lo logró.
Es cierto que esto conllevó también un conflicto en los orígenes del Merengue, ya que ¿cómo podía ser la música del poder, una música que pertenecía al pueblo y que protestaba contra el mismo? Así que hubo división, entre letras que apoyaban o rechazaban el régimen dictatorial.
Curiosamente fue la muerte de Trujillo, lo que hizo crecer el Merengue fuera de las fronteras y que se perfeccionó y mejoró con incorporación de nuevos elementos. Y comenzó a caracterizarse por un ritmo fugaz, explosivo, muy bailable e imprescindible en cualquier fiesta.
Jhony Ventura, Fernando Villalona, La Patrulla 15, Sergio Vargas o alguien más conocido aún en nuestros días como Juan Luis Guerra, han hecho del Merengue un ritmo que sigue dando la vuelta al mundo y que esta presente en cualquier lugar dónde haya gente con ganas de divertirse.